lunes, 5 de marzo de 2007

Los caminos del señor se terminaron

Dirección: Massimo Troisi, Guión: Massimo Troisi, Anna Pavignano, Fotografía: Camillo Bazzoni, Escenografía: Francesco Frigeri, Música: Pino Daniele, Montaje: Nino Baragli, Vestuario: Cristiana Lafayette, Intérpretes: Massimo Troisi, Jo Champa, Marco Messeri, Massimo Bonetti, Clelia Rondinella, Enzo Cannavale, Massimo Abate. Italia, 1987.

Otros caminos

Vittoria... Vittoria... Vittoria... Una voz que ruega, busca, casi llora, en un lugar vacío como aquellas calles silenciosas de El eclipse (Antonioni) o los escenarios inhabitados al final de Sonatine (Kitano). La idea de fondo es la misma: un territorio que se muestra en función de lo que le falta, de una presencia pasada o imaginaria que genera angustia, nostalgia y desesperación al contrastar con la desolación actual. Y es que no está ella, Vittoria... ahí... junto a él. Finalizando el recorrido de una cámara que nos transmite la inestabilidad de Camillo, casi como en una ensoñación, ahí aparece. En las lejanías de un largo pasillo, la imagen casi mística de la mujer que ama. O amó, no sabe bien. Pero la invalidez de sus piernas se hace carne: parece imposible llegar allí, aún si sus piernas funcionaran.

La película trata sobra la imposibilidad de comunicarse. Y de cómo esta incomunicación puede llevar a dos amantes a no encontrarse nunca. Camillo usa todos los recursos pensables para recuperar lo que quiere, aunque sin aparente éxito. Sobre todo la mentira, que se vuelve su peor amenaza. Quizás porque su ciego deseo de poseerla le impide ver claramente lo que sucede.

Pero la avidez de posesión y dependencia excede la relación amorosa. Se repite en la relación que tiene con su hermano, para quien lo esencial no parece ser la salud de Camillo, sino que no deje de necesitarlo. Y también con Orlando, amigo que con su fragilidad es la herramienta perfecta para olvidar sus propias imposibilidades. Los roles del que da ayuda y el que la recibe son cuestionados constantemente. No necesariamente el que la suministra es el más fuerte.

Ya con Italia bajo el poder del fascismo, Camillo sufre el encierro por hablar más de lo que debía. Sin embargo, lo que más lo atormenta es aquello que fue incapaz de decir. No la censura que viene de afuera sino la propia, la que él mismo se fabricó. La que quizás nunca pudo ver hasta estar en una celda, donde ni siquiera es importante que respondan las piernas, donde la impotencia va más allá del cuerpo, como en aquel pasillo que parecía infinito.

Cecilia Pérez Casco

Crítica publicada en el marco del ciclo de cine italiano organizado por el Gruppo Giovani Toscani junto con la Fundación Cineteca Vida, en Un gallo para Esculapio, Buenos Aires.